Cuencas del NOA
La cuenca Tarija presenta su mayor desarrollo en territorio boliviano, con una superficie de más de 300.000 kilómetros cuadrados. Su forma sigue el lineamiento de las Sierras Subandinas y se halla limitada al noreste por el cratón de Guaporé, al este por el alto de Izozog, al sudeste por el arco de Michicola y al oeste por el arco de La Puna. Solamente su porción sur penetra en Argentina. La historia geotectónica de la parte sur de la cuenca Tarija y de la de Arizaro se vincula con los movimientos oclóyicos, como fue citado más arriba. Hacia el final del Devónico, con la acreción más al sur, del bloque Chilenia sobre la placa gondwánica (Ramos et al., 1984; Ramos, 1988), dan comienzo los movimientos chánicos (Turner y Méndez, 1975). Esta fase produce la deformación de los depósitos precarboníferos, el levantamiento de la Protocordillera Oriental y la subsidencia que da origen a la cuenca Tarija, donde se depositan las molasas de los Grupos Macharetí y Mandiyutí (Salfity et al., 1987; Azcuy y Caminos, 1988). Las características y efectos tectosedimentarios de los movimientos ocurridos a fines del Devónico, resultan de la mayor importancia para interpretar la historia de los depósitos que conforman el sustrato de la cuenca carbonífera y su relleno posterior. Debido a la orogenia Chánica, durante el Devónico tardío se produjo la inversión de las cuencas del Paleozoico temprano. Una rápida disminución de la deformación hacia el este se observa desde la Sierras Subandinas hacia el Chaco Salteño.
Los depósitos del Paleozoico inferior que corresponden a la parte superior del sustrato de la cuenca en la Argentina, están constituidos casi exclusivamente por pelitas de plataforma conocidas como Formación Los Monos. Estas capas conforman la supersecuencia Aguaragüe en el sentido de Starck et al. (1993b), con un espesor máximo aproximado de 1000 m y una distribución areal que sobrepasa holgadamente los límites de la cuenca neopaleozoica.
Los movimientos chánicos serían la causa de la importante discordancia angular erosiva que biseló un considerable paquete de estratos devónicos. Esto se apoya en las siguientes evidencias: a) la edad atribuida a las capas superiores de la Formación Los Monos, tanto en afloramiento como en subsuelo es givetiana-frasniana (Vistalli, 1989; Ottone, 1996) y b) la edad de la Formación Tupambi, westphaliana (Azcuy y Laffitte, 1981; Azcuy et al., 1984; Azcuy y Caminos, 1987). Sin embargo, el lapso de varias decenas de millones de años que separa esas edades, no representa en su totalidad un hiato depositacional, ya que en todos los depósitos del Carbonífero tardío de la parte argentina de la cuenca Tarija, analizados palinológicamente (superficie y subsuelo, incluyendo coronas), aparecen palinomorfos retrabajados del Devónico s.l., del límite Devónico-Carbonífero y también del Carbonífero más temprano (di Pasquo y Azcuy, 1997 a y b). Esto confirmaría que la discordancia producida por los movimientos chánicos, produjo la erosión de espesas secuencias desde la base del Carbonífero hasta el Devónico s.l. Esto dicho de otra manera, sugiere que la sedimentación de la supersecuencia Aguaragüe habría alcanzado el tope del Devónico, como la prueba la presencia de Retispora lepydophyta dentro del conjunto de palinomorfos redepositados en capas del Carbonífero tardío de Argentina (di Pasquo y Azcuy, 1997b).
Otros elementos de juicio surgen de considerar la fase Tatarenda, discontinuidad reconocida en Bolivia al finalizar eln Devónico (Suárez Soruco, 1989). En sectores más alejados de los bordes de cuenca, sobre las capas cuspidales de ese período representadas en el país vecino por la Formación Iquirí, se dispone en discordancia erosiva la Formación Saipurú (Suárez Soruco y López Pugliessi, 1983). Esta unidad, conocida antiguamente como T3, ha sido asignada al Struniano-Tournaisiano sobre la base de la presencia de Retispora lepidophyta, Knoxisporites literatus y Retus-otriletes incohatus entre otras especies (Pérez Leyton, 1991). Asimismo, la culminación del ciclo Cordillerano de los geólogos bolivianos es atribuida a la fase Eohercínica=Chiriguana, la que habría originado la discordancia que separa las unidades Saipurú y Tupambi (Suárez Soruco, 1989). El análisis y discusión de las microfloras provenientes de la Formación Saipurú y otras unidades equivalentes como Toregua, Cumaná y Retama, permitió reconocer en estas entidades la presencia de palinomorfos del Carbonífero temprano junto con otros devónicos redepositados. Entre estosúltimos se incluye Retispora lepydophyta, una especie con registro mundial y exclusivo en el Struniano. Por lo tanto, los hallazgos citados sugieren que la edad struniana- tournaisiana (o más joven), aceptada hasta ahora por los geólogos bolivianos para estas unidades (Suárez Soruco y López Pugliessi, 1983; Sempere, 1990; Isaacson y Díaz Martínez, 1995), debe ser reinterpretada y restringida al Carbonífero temprano (di Pasquo y Azcuy, 1997b).
Finalmente, la discordancia entre las unidades del Carbonífero inferior y aquéllas del Devónico habría sido producida por los movimientos chánicos (= Tatarenda), mientras que la discontinuidad registrada entre las unidades del Carbonífero inferior y superior podría ser atribuida a movimientos póstumos de la fase chánica (=Chiriguana?), o a fenómenos producidos por la acción del hielo cuyo máximo englazamiento, en la parte sur de la cuenca, habría ocurrido durante el Carbonífero temprano tardío (véase la Figura 6b; Veevers y Powell, 1987). Un dato de interés es la falta (por lo menos hasta ahora) de depósitos del Carbonífero inferior en la parte argentina de la cuenca Tarija, cuya depositación y posterior erosión ha sido confirmada a partir de estudios palinológicos recientes (di Pasquo y Azcuy, 1997 a y b). Las posibles causas de la erosión de estos depósitos serían las arriba citadas: diastrofismo y/o acción glacial.
Evidencias de los movimientos chánicos son también conocidas de la subcuenca Río Blanco (Argentina), donde en los alrededores de Malimán se reconocen potentes depósitos atribuidos al Carbonífero inferior (Scalabrini Ortíz, 1972), los cuales se disponen discordantemente sobre capas devónicas no cuspidales (Baldis y Sarudiansky, 1975) deformadas por la fase Chánica. Asimismo, en la sierra de Las Minitas, espesas secuencias devónicas (Carrizo y Azcuy, 1997) están sobrepuestas en discordancia angular por estratos de edad carbonífera tardía. De las situaciones consideradas en la cuenca Tarija (Argentina y Bolivia) y en la subcuenca Río Blanco (sierra de La Punilla-Bolsón de Jagüé), se puede inferir: a) que la fase Chánica=Tatarenda está presente en ambas cuencas y su ubicación temporal es coincidente y ocurre al finalizar el Devónico y b) que la fase Chiriguana está presente sólo en Bolivia, pues en la parte argentina de la cuenca Tarija faltan, hasta ahora, depósitos del Carbonífero inferior.

PALEOVALLES Y GLACIACIÓN NEOPALEOZOICA
La sedimentación neopaleozoica se inicia con el relleno de paleovalles labrados sobre el sustrato devónico, los que evidencian el carácter erosivo de la discordancia angular que separa las secuencias siluro-devónicas de la neopaleozoica (Sempere, 1990; Starck et al., 1993b). En numerosas secciones estratigráficas de afloramiento y subsuelo se ha observado que, donde la secuencia devónica se encuentra más erosionada, la Formación Tupambi y en particular su Miembro Arenoso Inferior, presenta su máximo espesor. Esto sugiere que, al menos en forma local, la irregular erosión del Devónico y el variable espesor de Tupambi serían expresiones de un paleorelieve devónico inicial (Villa et al., 1984; Starck et al., 1993b), labrado durante el Carbonífero temprano tardío (di Pasquo y Azcuy, 1997b).
Sobre la base de correlaciones estratigráficas niveladas a una línea de tiempo dentro del Carbonífero, fueron reconocidos en secciones aflorantes por lo menos dos paleovalles: Baritú en el oeste de las Sierras Subandinas, y Pluma Verde en el este de la Cordillera Oriental, los cuales alcanzaron alrededor de 10 km de ancho. Estos habrían ejercido un fuerte control en la depositación inicial de las sedimentitas carboníferas (Starck et al., 1993b)
Los paleovalles y canales que caracterizan la discordancia chánica en esta cuenca, habrían sido cavados duranteépocas de lowstand (bajo nivel del mar o regresión) glacioeustático como resultado del aumento del englazamiento gondwánico (Sempere, 1990). Durante ese tiempo, grandes espesores de estratos devónicos fueron erodados por la glaciación; el paleopolo sur habría estado ubicado en el centro-sur de África (Conti y Rapalini, 1993).
Por su posición paleolatitudinal aproximadamente 65º Sur durante el Carbonífero temprano tardío , la cuenca Tarija habría estado dentro del área de influencia glacial y sus depósitos diamictíticos tendrían un origen glaciario, probablemente compuesto, formado por hielos continentales y de montaña. Los primeros podrían explicar la ausencia total(?) de depósitos del Carbonífero temprano (en la parte argentina de la cuenca) y los últimos estarían principalmente vinculados con los terrenos elevados que actuaron como bordes de cuenca, originando valles glaciarios cuyos depósitos fluyeron dominantemente hacia el norte (Williams, 1995; Tankard et al., 1995).
Los elementos glaciarios comunes, presentes en las unidades estratigráficas superpuestas que componen la secuencia carbonífera en esta región, responden en gran medida a las oscilaciones glacio-eustáticas, que produjeron el relleno de estos paleovalles (y del resto de la cuenca) durante los momentos de transgresión que acompañaron el retroceso de los hielos. Asimismo, estas oscilaciones glacio-eustáticas han sido registradas en la mayoría de las cuencas carboníferas del Gondwana (Veevers y Powell, 1987; Eyles, 1993; Eyles et al., 1995).

ESTRATIGRAFÍA
En la parte argentina de la cuenca, la sucesión estratigráfica carbonífera ha sido reunida en dos unidades secuenciales separadas por una discontinuidad de escaso valor cronológico. Las secuencias coinciden a grandes rasgos con los Grupos Macharetí (Formaciones Tupambi, Itacuamí y Tarija) y Mandiyutí (Formaciones Escarpment y San Telmo). En Bolivia, el primero de estos grupos presenta algunas unidades no registradas en la Argentina.
La secuencia pérmica incluye las dos unidades basales del Grupo Cuevo y sobreyace en discordancia a las sedimentitas de la Formación San Telmo. El Grupo se halla conformado por las Formaciones Cangapi, Vitiacua e Ipaguazú.

Actualmente se le atribuye una edad permo-triásica (Sempere et al., 1992), y se duda que la Formación Ipaguazú forme parte del mismo (Oller y Sempere, 1990).


Las Supersecuencias neopaleozoicas
La sucesión estratigráfica fanerozoica del noroeste de la Argentina ha sido reinterpretada recientemente por Starck (1995), aplicando modernos conceptos derivados de la técnica estratigráfica secuencial (Posamentier et al., 1988; Van Wagoner et al., 1990). Dentro de este esquema tectonoestratigráfico, las unidades carbonífero-pérmicas forman parte de la Secuencia II, la cual está conformada por dos intervalos mayores (Siluro-Devónico y Carbonífero-Jurásico), separados por la discontinuidad producida por la fase Chánica al final del Devónico-comienzo del Carbonífero.
En lo que sigue se hará referencia a las tres supersecuencias neopaleozoicas, las cuales conservan los nombres de los grupos litoestratigráficos Macharetí, Mandiyutí y Cuevo, y sus límites discordantes.


Supersecuencia Macharetí
En la Argentina, se reconocen sólo las Formaciones Tupambi, Itacuamí y Tarija de las seis Formaciones que, en Bolivia, conforman el Grupo Macharetí (Reyes, 1972).


Formación Tupambi (White, en Padula y Reyes, 1958)
Se la reconoce tanto en afloramientos como en subsuelo, desde la latitud de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) hacia el sur, donde penetra en territorio argentino. En este país su distribución incluye las Sierras Subandinas (sierras de Aguaragüe, Cinco Picachos, del Pescado), el este de la Cordillera Oriental (cerro Piedras, abra de Zenta, abra Azul, Pluma Verde y Caspalá) y también numerosas perforaciones realizadas en el Chaco Salteño (Mingramm et al., 1979; Villa et al., 1984; Starck et al., 1993a; Belloti et al., 1995)
La Formación Tupambi se caracteriza por fuertes cambios faciales y de espesor (10 a 500 m), tanto en subsuelo como en afloramientos. Los espesores máximos de esta unidad están directamente vinculados con las depresiones interpretadas como paleovalles, de las que son buenos ejemplos la sección del río Baritú y la quebrada Pluma Verde con 350 y 320 m de areniscas del miembro inferior respectivamente (Starck et al., 1993b).
La litofacies predominante de esta unidad se compone de areniscas blanquecinas desde muy finas hasta ocasionalmente conglomerádicas, dispuestas en ciclos granocrecientes, con laminación ondulítica en sus tramos basales hasta estratitificación cruzada en sus topes. En la base de estos ciclos se intercalan delgadas capas pelíticas y diamictíticas.
Especialmente en la parte inferior y media de la unidad, son frecuentes deformaciones sinsedimentarias y también ocasionales intercalaciones psefíticas.
El paleoambiente de esta secuencia ha tenido distintas interpretaciones. Fernández Garrasino (1978) y Pozzo y Fernández Garrasino (1979) reconocieron a la Formación Tupambi en el subsuelo del Chaco Salteño e interpretaron a los depósitos psamíticos como de carácter transgresivo, asociados con barras litorales alineadas con el flanco austral de la cuenca; las areniscas finas y pelitas fueron consideradas como lagunas costeras y la sección pelítica superior (Formación Itacuamí) como un ambiente de plataforma externa. Otra interpretación del paleoambiente de la Formación Tupambi sugiere sistemas deltaicos y barras de distributarios pasando hacia el tope a facies fluviales. Deformaciones sinsedimentarias, producto de slumps y desbordes, son consecuencia de las altas tasas de sedimentación y de procesos
tectónicos. Una probable influencia periglacial es inferida por la presencia de diamictitas en la base de las barras de bocas de distributarios (López Gamundi, 1986; Starck et al., 1993a).
La antigüedad de la Formación Tupambi en la Argentina es considerada carbonífera tardía, sobre la base del análisis palinológico de los niveles basales y superiores de esta unidad (Azcuy y Laffitte, 1981). En este estudio se reconoce, por primera vez en la cuenca, la participación de palinomorfos redepositados devónicos y del más temprano carbonífero en depósitos del Carbonífero tardío. Se determinaron dos asociaciones: una inferior (Asociación A), y otra superior (Asociación B), las cuales contienen elementos de la palinozona Ancistrospora referida al Carbonífero medio por Azcuy y Jelín (1980). La presencia en la Asociación B de otras esporas y abundantes y diversificados granos de polen, característicos de la palinozona Potonieisporites, permitió reubicar a la parte superior de la Formación Tupambi en el Carbonífero tardío (Azcuy et al., 1984).

Formación Itacuamí (White, en Padula y Reyes, 1958)
White (1926) reconoció en Bolivia una unidad pelítica por encima de la Formación Tupambi a la que Harrington denominó T2, la cual fue luego formalizada como Formación Itacuamí (Padula y Reyes, 1958). Esta unidad de rango estratigráfico discutido, tiene para algunos autores categoría de Formación (Ayavirí, 1972; Reyes, 1972; Villa et al., 1984).
Sin embargo, otros autores como Mingramm et al. (1979) y Starck et al. (1993a), prefieren incluir a la Formación
Itacuamí en la parte basal de la Formación Tarija, vinculándola con un relieve parcialmente colmatado, donde períodos de mayor tranquilidad permitieron la depositación de estas arcilitas.
Su mayor potencia la alcanza en el ámbito sur de las Sierras Subandinas bolivianas (Agua Salada, Sanandita,
Iñiguazú), con 200 m de espesor (Padula y Reyes, 1958). En la Argentina se la reconoce en el subsuelo del Chaco Salteño, donde parece reemplazar lateralmente a la parte superior de la Formación Tupambi, y en las Sierras Subandinas donde aflora en las quebradas Arroyo Tuyunti, Iquira, Alarache, Toldos y Baritú con una potencia máxima que no supera los 70 m (López Gamundi, 1986; Salfity et al., 1987; Starck et al., 1993a).
La litología predominante en esta unidad son lutitas oscuras laminadas, con raros niveles arenosos intercalados.
En los afloramientos de las quebradas Arroyo Tuyunti e Iquira, se distinguen dos facies sedimentarias: una de fangolitas diamictíticas con estratificación gradada normal y pelitas laminadas, y otra de areniscas medianas a finas, areniscas limosas y pelitas con una mayor variedad de estructuras sedimentarias (Barbagallo, 1986). En el perfil del río Bermejo (Alarache), estas pelitas contienen cadilitos y se relacionan con un ambiente periglacial (Starck et al., 1993a). Sedimentitas depositadas por agentes de transporte de baja fluidez y elevada a moderada competencia y viscosidad, del tipo de las corrientes turbidíticas distales y en parte proximales, son referidas a un ambiente de prodelta y plataforma somera en relación con los depósitos deltaicos de la Formación Tarija (López Gamundi, 1986; Barbagallo, 1986).
En cuanto a su antigüedad, esta unidad sólo ha brindado palinomorfos, los cuales configuran la Asociación B (Azcuy et al., 1984) relacionada con la palinozona Potonieisporites, de edad carbonífera tardía. En Bolivia, Ayavirí (1972) le atribuyó una antigüedad mississippiana-pennsylvaniana sobre la base de estudios palinológicos realizados por YPFB.

Formación Tarija (White, en Padula y Reyes, 1958)

Se trata de la unidad más representativa del Grupo Macharetí, compuesta por espesos depósitos de diamictitas
grises oscuras. La localidad tipo está situada en las márgenes del río Tarija (Bolivia), aguas arriba de la desembocadura del río Itaú. En el sector argentino, la misma se apoya en concordancia sobre la Formación Tupambi, con frecuencia a través de las pelitas de la formación Itacuamí. El contacto superior con el Grupo Mandiyutí es una discordancia erosiva, como lo sugieren los depósitos psamíticos gruesos hasta psefíticos con los que se inicia la Formación Escarpment y la presencia de niveles de meteorización en el techo de la Formación Tarija (Reyes, 1972; Aramayo Flores y Campillo, en Fernández Garrasino, 1978). En Bolivia, en sectores centrales de la cuenca, esta discordancia es menos evidente por la interposición de las Formaciones Chorro y Taiguati que suprayacen a la Formación Tarija.
Las diamictitas de la Formación Tarija, con buena representación en los bordes de cuenca (desembocaduras de
distributarios portadores de lenguas glaciarias), pasan en sectores centrales de la misma en territorio boliviano, a facies arenosas denominadas Formación Chorro (Ayavirí, 1972). Algunos autores sugieren que los depósitos diamictíticos rojizos de la Formación Taiguati se sobreponen en concordancia a la Formación Chorro (Reyes, 1972), mientras que otros los consideran una facies lateral de esta última unidad (Padula y Reyes, 1958).


En la Argentina aflora solamente la Formación Tarija, la cual ha sido reconocida en las localidades arriba citadas para la Formación Tupambi. La unidad alcanza espesores de hasta 600 metros .
El análisis petrológico de las areniscas y diamictitas de la Formación Tarija sugiere que las áreas de proveniencia de
estas rocas serían bloques continentales de características cratónicas que habrían constituido la dorsal de Michicola.
Esta área positiva estuvo formada por sucesiones marinas epiclásticas de plataforma, las cuales se depositaron durante el Paleozoico inferior y medio sobre rocas del basamentoígneo-metamórfico de antigüedad precámbrica (López Gamundi, 1986).
El estudio de perfiles ubicados en localidades de la sierra de Aguaragüe (Zanja Honda, Tuyunti, Iquira y Capiazuti), ha permitido reconocer tres litofacies principales (López Gamundi, 1986). I. Diamictitas estratificadas o macizas: incluye todas las variedades de psefitas (fangolitas guijosas o guijarrosas, paraconglomerádicas, y conglomerados intraformacionales).
La fracción clástica de las diamictitas incluye clastos de diversos tamaños y composición, algunos de los cuales presentan caras facetadas, estriadas o pulidas, a veces concentrados en ciertos niveles. En cerro Piedras (Cordillera Oriental; véase la figura 7), han sido observados clastos estriados de gran tamaño y pavimentos estriados en la base de esta unidad, lo que permite inferir un flujo del hielo SE-NO, acorde con el avance glaciario desde el paleopolo sur ubicado en ese momento en Sudáfrica (Starck et al., 1993a; Conti y Rapalini, 1993). II. Areniscas medianas lentiformes: constituyen las psamitas dominantes, aunque también hay, en menor proporción, areniscas finas y gruesas a conglomerádicas.
Estos cuerpos arenosos presentan estructuras sedimentarias como estratificación entrecruzada en artesa y plana, laminación ondulítica y maciza con base en general erosiva (paleocanales) y techo neto.III. Pelitas grises oscuras a negras: son depósitos laminados con alto contenido en materia orgánica intercalados entre las diamictitas, preferentemente en la parte inferior de la unidad. Estas pelitas se presentan como láminas delgadas o bancos de hasta un metro de espesor.
La facies diamictitas estratificadas o macizas constituye el tipo litológico dominante y se interdigita con la facies areniscas medianas lentiformes con mayor frecuencia hacia el tope de la Formación, donde puede llegar a predominar la segunda respecto de los niveles diamictíticos. La proporción relativa de las facies I y II es variable en el sector occidental de las Sierras Subandinas. Por ejemplo, en el río Lipeo, esta unidad se torna exclusivamente psamítica, en tanto que hacia el norte y sur las diamictitas reaparecen. Hacia el norte en el río Lipeito, se encuentran sólo diamictitas. Esta variación litofacial más acentuada en Bolivia, condujo a la definición de la Formación Chorro, la cual para algunos autores es el equivalente arenoso de la Formación Tarija, (Starck et al., 1993a). Según López Gamundi (1986), las diamictitas de la facies I (presentes en la mayoría de las cuencas del Carbonífero superior de la Argentina) se produjeron a partir de flujos gravitatorios subácueos y deformación sinsedimentaria, en zonas de frente deltaico y prodelta, donde se considera causa importante para su generación el aporte súbito de arena y grava de los ríos que alimentan el complejo deltaico. Las areniscas de la facies II representan condiciones hidrodinámicas de transporte y sedimentación vinculadas
con flujos vigorosos y de alta fluidez que labraron paleocanales sobre las diamictitas. Este esquema presupone altas tasas de sedimentación, en parte resultado de los procesos glaciarios del Gondwana y en parte por la generación de flujos proximales depositados en aguas someras en el marco de un proceso regresivo. Es interesante señalar la similitud observada con facies de till glacimarino asociada a areniscas deformadas, en el Subgrupo Itararé (cuenca Paraná, Brasil).
Starck et al. (1993a) sostienen que el origen de las diamictitas, al menos para el sector estudiado por estos autores, habría sido glacial. Una evidencia contundente, el hallazgo de pavimentos estriados, indicaría condiciones glaciares de depositación, y también la dirección del flujo del hielo como se mencionó más arriba. En consecuencia, las diamictitas serían verdaderas tillitas que se habrían originado probablemente como tills de alojamiento o, en algunos casos, como sedimentos glacimarinos relacionados con extensos mantos glaciares.
El hallazgo en Bolivia de una fauna de braquiópodos y pelecípodos atribuida a la zona Levipustula levis, confirma la existencia de un ambiente marino en la Formación Taiguati (Rocha Campos et al., 1977), lo cual indica una estrecha vinculación entre los depósitos glaciarios y marinos. La antigüedad sugerida por los autores para esta asociación es westfaliana, al igual que Trujillo Ikeda (1989) para la fauna hallada en la misma formación en la serranía Caipipendi.
En la región argentina, sólo hay elementos palinológicos disponibles para datar la Formación Tarija. De acuerdo con Azcuy y Laffitte (1981), la asociación hallada tendría elementos comunes de las palinozonas Ancistrospora y
Potonieisporites y abundantes palinomorfos redepositados del Devónico. Azcuy et al. (1984) confirman una antigüedad carbonífera tardía para esta asociación. Según López Gamundi (1986), los flujos gravitatorios submarinos habrían sido los principales responsables de la redepositación del material palinológico, en su mayoría paleomicroplancton devónico.

Supersecuencia Mandiyutí
La Supersecuencia o Grupo Mandiyutí (Reyes, 1972) se halla integrado en la Argentina por las Formaciones Escarpment y San Telmo. La primera de estas unidades se apoya en discordancia sobre rocas de la Formación Tarija (Reyes, 1972; Fernández Garrasino, 1979).
Ambos grupos o supersecuencias (Macharetí y Mandiyutí), comienzan con depósitos psamíticos (Formaciones Tupambi y Escarpment ), los cuales configuran el relleno de paleocanales y/o paleovalles alcanzando profundidades de más de 500 m en algunos sectores. Luego continúa la depositación de sedimentitas parcialmente glaciarias sobre un área más amplia correspondientes a las Formaciones Tarija y San Telmo (Starck et al., 1993a).
Un interesante comportamiento paralelo es observado entre los depósitos arenosos de las Formaciones Tupambi y Escarpment, y las rocas infrayacentes que conformaron sus sustratos. En ambos casos, estas unidades labraron un paleorelieve en forma de paleovalles, reconocido tanto en el subsuelo del Chaco Salteño (Cerdán, 1979; Tankard et al., 1995) como boliviano (Salinas et al., 1978; Sempere, 1995). También han sido observados en secciones aflorantes o deducidos a través de correlaciones estratigráficas de perfiles en las Sierras Subandinas y en la Cordillera Oriental (Starck et al., 1993a). Starck (1995) considera que la discordancia entre ambos grupos (Macharetí y Mandiyutí), pudo ser causada por una extensa caída eustática. Esto se refleja en la similar evolución de ambos grupos, con una profundización del paleorelieve durante el período de bajo nivel de base, previo a la depositación de cada una de las supersecuencias. Sin embargo, Fernández Seveso y Tankard (1995) sugieren por lo menos cinco episodios de incisión y agradación de paleovalles en la Formación Escarpment por intermitentes cambios del nivel de base, sin descartar tampoco inestabilidad tectónica, como fuera sugerido por Sempere (1995) para la cuenca Chaco.
Hasta hace poco tiempo se consideraba que un amplio hiato, representando buena parte del Pérmico y Triásico,
separaba a las rocas del Grupo Mandiyutí del suprayacente Grupo Cuevo. Recientes investigaciones proponen
correlacionar los depósitos de este último grupo con la Formación Copacabana de antigüedad pérmica, por lo cual este hiato representaría un lapso mucho menor (Sempere, 1990; Sempere et al., 1992).


Formación Escarpment (White, en Padula y Reyes, 1958) La composición de esta unidad, esencialmente areniscosa
resistente a la erosión, genera una topografía escarpada contrastante que White (1923) denominó Escarpment. Esta nomenclatura es utilizada en Bolivia, en tanto que en la Argentina se la conoce como Las Peñas, aludiendo al mismo tipo de morfología.Sin embargo, de acuerdo con las normas vigentes del Código Argentino de Estratigrafía corresponde el uso de Escarpment por los principios de Prioridad (Artículo 17) y también de Estabilidad (Artículo 17.3). Por otra parte, el topónimo Las Peñas fue utilizado previamente por Polanski (1959) para nominar un conjunto de estratos carboníferopérmicos del cordón del Portillo en la Cordillera Frontal.

La distribución areal es muy extensa, aflorando en gran parte del ámbito subandino de la Argentina y de Bolivia. En
subsuelo ha sido ampliamente detectada desde el Chaco Salteño hacia la región subandina oriental.
El espesor de la unidad es variable, con un máximo medido de 750 m hasta casi desaparecer en algunos sectores
de la cuenca (Reyes, 1972). Starck et al. (1993 a) reconocieron en la sección del río Lipeo un espesor máximo de 400 m, coincidente con el eje de un paleovalle. Constituyen su litología areniscas cuarzosas finas y medianas, compactas y masivas, grises claras a blanquecinas, con pequeñas manchas de óxido de Fe y Mn que le confieren un aspecto moteado. En forma irregular se intercalan conglomerados lentiformes, más frecuentes en la base, y lutitas grises y verdosas hasta rojizas, más conspicuas en la parte superior de la unidad.
Dos facies sedimentarias se reconocen en esta unidad en el perfil del río Caraparí, donde su base está oculta y su techo es concordante con la Formación San Telmo (Tapia, 1985). Facies A: compuesta principalmente por psamitas que presentan delgadas intercalaciones de pelitas. La coloración varía desde gris verdoso, amarillo grisáceo a verde. La
geometría de los bancos es mayoritariamente tabular. Facies B: formada por psamitas y sedimentitas pelíticas,
estas últimas más abundantes que en la facies A. Se observa una disminución notoria en la cantidad y variedad de estructuras sedimentarias, pero con bancos mayormente tabulares. La coloración varía desde gris blanquecino a verdoso, con tonos rojizos producto de alteración. Las limolitas y fangolitas forman potentes unidades que contienen lentes de areniscas. Fernández Garrasino (1978) sugirió, para el conjunto de las Formaciones Escarpment -San Telmo, un ambiente marino transicional que pasa a un régimen continental. Otros autores (López Gamundi, 1986; Starck et al., 1993a), interpretan para la Formación Escarpment un paleoambiente de planicie deltaica principalmente subácuea, con barras de
bocas de distributarios, y en menor medida subaérea, representada por ciclos fluviales.
El único elemento de datación lo constituyen los palinomorfos. La asociación hallada en su tope, corresponde
a la Palinozona Potonieisporites, atribuida al Carbonífero tardío (Azcuy y Laffitte, 1981; Azcuy et al., 1984; di Pasquo y Azcuy, 1997a).


Formación San Telmo (White, en Padula y Reyes, 1958)

Con esta unidad culmina el ciclo sedimentario del Carbonífero con influencia glacial, presente en el noroeste de la Argentina. La Formación San Telmo tiene su localidad tipo en la serranía del Candado, donde ésta es cortada por el río Tarija. En Bolivia, aflora al sur del río Parapetí, extendiéndose hacia el norte de la Argentina, donde se reconoce desde las sierras de Aguaragüe, Macuetá y del Pescado hasta el este de la Cordillera Oriental.
Esta unidad yace en concordancia sobre la anterior (Reyes, 1972). En la Argentina, el contacto es visible en algunos perfiles de la Cordillera Oriental donde su potencia es inferior a los 100 m, mientras que en otros de las Sierras Subandinas, donde su espesor medido varía entre 250 y 300 m, esta relación es a veces más difícil de observar (Starck et al., 1993a). La formación se compone de un alto porcentaje de areniscas medianas, gruesas y muy gruesas con niveles conglomerádicos. Estos últimos presentan rodados de hasta 10 cm de longitud, con superficies estriadas y facetadas de variada composición. Son frecuentes las intercalaciones de niveles pelíticos y diamictíticos con clastos groseramente seleccionados. Los colores predominantes de esta unidad son los rojizos y castaños con una menor proporción de las tonalidades grisáceas. Fernández Carro (1943) diferenció en la Sierra de Macuetá (provincia de Salta, Argentina), tres unidades o miembros los cuales fueron reconocidos originalmente por White (1923) en la serranía del Candado, localidad tipo de la Formación San Telmo. Tanto la formación citada como sus miembros fueron en conjunto, validados más tarde por Padula y Reyes (1958). Litológicamente estos miembros presentan un pasaje gradual de uno a otro y se caracterizan de la siguiente manera MiembroYaguacuá: está compuesta casi exclusivamente por pelitas y areniscas finas. La coloración predominante es gris castaño a castaño morado; los bancos son principalmente tabulares con predominio de estructuras masivas. La presencia de concreciones y lentes de arenisca fina a limolítica asociadas a escasos clastos, algunos facetados, confiere a los bancos esencialmente fangolíticos, un carácter diamictítico. Esta unidad brindó los más abundantes y mejores registros palinológicos.

Miembro Chimeo: se compone de una amplia variedad granulométrica que va desde materiales psefíticos hasta
pelíticos de coloración principalmente rojiza. Los bancos son tabulares o lenticulares, de contactos netos o erosivos, con depósitos que muestran estructuras sedimentarias de bajo régimen de flujo. En algunos potentes bancos de pelitas y areniscas finas, se observa deformación sinsedimentaria con apariencia de pseudonódulos. Los mismos se habrían formado como consecuencia de presiones ejercidas cuando el material aún se encontraba en estado semiplástico.
Miembro Caiguami: es la parte superior del perfil y está compuesta por gruesos bancos de fangolitas diamictíticas que predominan sobre las delgadas intercalaciones de areniscas medianas a finas y pelitas. La coloración es rojiza y la geometría de los bancos tabular. Los clastos en las diamictitas son subangulosos a subredondeados, en promedio de menor tamaño que los encontrados en la Formación Tarija, y se hallan diseminados en una matriz fina dominante. También se encuentran rodados facetados, con caras pulidas y a veces estriados. Las estructuras sedimentarias incluyen depósitos laminados, masivos o con estratificación cruzada de bajoángulo.
Según Tapia (1985), la unidad Yaguacuá sugiere un ambiente costero a litoral restringido, caracterizado por baja
energía y aguas poco profundas. La unidad Chimeo, en cambio, indica condiciones fluviales meandriformes con
depósitos de grano grueso atribuidos a facies de fondo de canal, depósitos arenosos de barra en espolón y pelitas correspondientes a facies de planicie de inundación. La presencia de gruesos clastos graníticos en los depósitos conglomerádicos indicaría la proximidad de regiones positivas de basamento.


Finalmente, la unidad Caiguami sugiere un ambiente de depositación lacustre periglacial.
López Gamundi (1986) interpretó el paleoambiente de la Formación San Telmo como la culminación del ciclo regresivo con progresivo predominio de sedimentación continental iniciado con la Formación Tarija, y asociado a deltas constructivos de probable dominio fluvial.
Starck et al. (1993a) señalan que el fuerte cambio litológico que se registra a partir del límite entre ambas
formaciones, indica una marcada caída en el nivel de energía del ambiente. Los diversos ambientes de depositación
que se registran luego de este cambio: lacustre somero, fluvial y glacial con diamictitas, coinciden con lo sugerido
por Tapia (1985).
La antigüedad de esta formación se basa en datos palinológicos citados por Azcuy y Laffitte (1981), recientemente
ilustrados por di Pasquo y Azcuy (1997a). La asociación comprende granos de polen del Carbonífero tardío, en su
mayoría ya reconocidos en otras cuencas de la Argentina y del resto del Gondwana (Azcuy y di Pasquo, en prensa).


Supersecuencia Cuevo
El Grupo Cuevo (Schlatter y Nederlof, 1966) o Supersecuencia Cuevo sensu Sempere (1990), representa en la
cuenca Tarija la culminación de los depósitos neopaleozoicos. Sus características tectosedimentarias muestran diferencias notables con las dos supersecuencias anteriores: Macharetí y Mandiyutí sensu Starck (1995). La depositación de secuencias carbonatadas, la desaparición de condiciones glaciales o periglaciales y una baja tasa de subsidencia, marcan las principales diferencias.


Tradicionalmente el grupo estuvo constituido por las Formaciones Cangapi, Vitiacua e Ipaguazú. Las dos primeras
de antigüedad pérmica, están separadas de la superior, de edad triásica media, por una clara discordancia labrada sobre brechas calcáreas en el techo de la Formación Vitiacua. En Bolivia, la Formación Ipaguazú ha sido incluida en la Supersecuencia Sereré de edad triásica media-jurásica media (Sempere, 1995). A los fines de este trabajo se considerarán integrantes del Grupo Cuevo las dos unidades inferiores, Cangapi y Vitiacua.

En la Argentina, la distribución de estas unidades es muy localizada y se halla confinada al sector norte de las Sierras Subandinas (anticlinal de Macuetá, ríos Caraparí, Bermejo, Toldos, Lipeo y Baritú). Cabe señalar el reciente hallazgo de sedimentitas de este grupo más al sur, en los alrededores del río Cañas . Los depósitos más importantes se hallan en Bolivia, en la región de Entre Ríos. En la Argentina, ambas unidades no superan los 200 m de espesor.
El Grupo Cuevo, a través de la Formación Cangapi, se apoya en dicordancia erosiva sobre la Formación San Telmo
del Grupo Mandiyutí. Esta relación de discordancia es menos marcada en la cuenca Chaco que en el noroeste boliviano (Sempere, 1995).


Formación Cangapi (Mauri et al., 1956)
Su localidad tipo se encuentra en la sierra de Tatarenda en Bolivia. En la Argentina aflora solamente en la parte norte de las Sierras Subandinas en las localidades mencionadas para el Grupo Cuevo. Sus espesores varían entre 50 y 160 metros.
La Formación Cangapi se compone principalmente de areniscas con escasas intercalaciones de pelitas y calizas.
Ocasionalmente un delgado conglomerado basal puede estar presente, sobre el que se disponen areniscas finas hasta medianas, cuarzosas, friables, de tonalidades blanquecinas a rojizas en bancos de hasta 10 m de potencia y con estratificación entrecruzada. Las pelitas son macizas, de color rojizo y se intercalan en bancos de variado espesor. Las calizas en parte arenosas son de color gris oscuro y tienen nódulos de calcedonia.
Es interpretada como un sistema depositacional fluvial eólico de posición intermedia a distal, formado por un
campo de dunas de dimensiones amplias y estructuras características asociadas, el cual es favorecido por el desarrollo de un clima árido en sentido regional. Hacia el tope se intercalan niveles silíceos y calcáreos que marcan la transición a la unidad suprayacente (Sempere, 1995; Tomezzoli, 1996).
Esta unidad no ha brindado fósiles y su antigüedad se halla estrechamente vinculada con la atribuida a la suprayacente Formación Vitiacua, actualmente considerada pérmica media a superior (Sempere et al., 1992). En varias localidades del sector sur de las Sierras Subandinas de Bolivia, la Formación Cangapi yace en «leve discontinuidad litológica» sobre el miembro superior de la Formación San Telmo, lo cual sugiere a Sempere (1990) la no existencia de hiato cronológico entre ambas formaciones y consecuentemente una edad Carbonífero cuspidal-Pérmico inferior para la
Formación Cangapi.


Formación Vitiacua (Mather, 1922)
Su localidad tipo se halla en la sierra de San Antonio en Bolivia y sus afloramientos se extienden hacia el norte hasta la latitud de Macharetí. En la Argentina aflora en las mismas localidades citadas para la Formación Cangapi. La potencia de la Formación Vitiacua tiene una amplitud muy reducida que varía entre 10 y 35 metros. Una de sus mejores exposiciones se ubica en la localidad de Alarache, aguas arriba del río Bermejo.


La Formación Vitiacua se apoya en concordancia sobre la Formación Cangapi con un pasaje casi transicional. Es una unidad esencialmente carbonática compuesta por varios ciclos de calizas silicificadas, macizas o parcialmente laminadas de colores grises hasta morados. Aparecen interestratificadas capas pelíticas y areniscosas, estas últimas con frecuentes estructuras en hueso de arenque (herringbone) y estratificación, entrecruzada en artesa.
Estos ciclos carbonáticos, separados por marcadas superficies de inundación, corresponderían a secuencias de
somerización, dentro de un cuerpo de agua somero o plataforma marina poco profunda, donde se desarrollaron facies de subambientes subtidales, intertidales y supratidales. Las intercalaciones de pelitas se habrían originado en amplias planicies de mareas de baja energía (Starck et al., 1993a; Tomezzoli, 1996).


En Bolivia, el hallazgo del pez Coelacantus cf. granulatus (Beltan et al., 1987), corrobora el paleoambiente marino de depositación. Nuevos estudios paleontológicos, incluyendo el análisis de asociaciones palinológicas, permiten ubicar esta unidad en el Pérmico medio a superior con su parte superior en el Triásico inferior (Sempere et al., 1992).
Aun cuando el paleoambiente propuesto para esta unidad comprenda un ambiente marino restringido, la Formación Vitiacua representa, en el ámbito sur de las Sierras Subandinas, una transgresión de extensión regional. La misma habría comenzado durante el Pérmico medio y estaría vinculada con otras transgresiones ocurridas en el Gondwana bajo condiciones cálidas, luego de la desaparición de los hielos. Este episodio representa un momento de alto nivel del mar o«highstand» que inundó sectores del Gondwana involucrando la Formación Iratí en la cuenca Paraná, la Formación Withehill en la cuenca Karoo y habría alcanzado inclusive Australia (Sempere, 1995).


CUENCA ARIZARO
MARCO GEOLÓGICO
Hacia fines del Devónico y comienzos del Carbonífero se produce, en el noroeste de la Argentina, la inversión
de las cuencas eopaleozoicas como consecuencia de la fase Chánica. El arco de la Puna o Protocordillera Oriental separa dos depocentros neopaleozoicos, al este la cuenca Tarija y al oeste la cuenca Arizaro (Mon y Salfity, 1995). Esta última es una cuenca de retroarco cuya historia geodinámica parece vincularse con otra cuenca de retroarco ubicada más al sur, Uspallata-Iglesia integrada por las subcuencas Río Blanco y Calingasta - Uspallata. El piso estructural de la cuenca Arizaro está compuesto por rocas del Paleozoico inferior sobre el que yacen en discordancia erosiva depósitos no muy potentes (~ 400 m) de estratos carbonífero-pérmicos.
Los límites de esta cuenca están definidos al este por el arco de La Puna y al oeste por el arco magmático surgido de la orogenia Chánica, ubicado en territorio chileno (Azcuy y Caminos, 1988). Al norte y al sur, sus límites son inciertos debido a que, por su ubicación en la Puna, los afloramientos neopaleozoicos son escasos y se hallan en buena medida afectados por las vulcanitas del arco magmático chánico y cubiertos por elementos piroclásticos cuaternarios.

EXTENSIÓN AREAL
La cuenca consiste en una depresión alargada y las sedimentitas que la rellenaron tuvieron una disposición
aproximadamente norte-sur. No se descarta que futuros relevamientos en el cordón de Calalaste puedan aportar
evidencias de rocas neopaleozoicas que permitan su vinculación con las de más al sur, aflorantes en las márgenes del río Chaschuil, sector norte de la sierra de Narváez (Aceñolaza y Cravero, 1978). Asimismo es posible que afloramientos ubicados en territorio chileno, como los de la quebrada de las Zorras, incluyan depósitos de esa edad (Niemeyer et al., 1985; Rubinstein et al., 1996). Los afloramientos neopaleozoicos más conspicuos se hallan ubicados en un cordón de orientación SSE-NNO, que une los cerros Oscuro y Rincón, en el oeste de la provincia de Salta, y están divididos en dos unidades litológicas, las Formaciones Cerro Oscuro y Arizaro (Aceñolaza et al., 1972).
Los depósitos carbonífero-pérmicos de esta cuenca se extienden de este a oeste desde el arco de La Puna hasta la
Cordillera de Domeyko en Chile. Hacia el norte, Salfity et al. (1975) sugieren una correlación entre las calizas de las
Formaciones Arizaro y Copacabana, y hacia el sur, una posible vinculación con la cuenca Paganzo.
Sin embargo, la extensión de la cuenca Arizaro en esas direcciones es aún difícil de precisar por hallarse grandes
extensiones cubiertas o carentes de registro de rocas neopaleozoicas.


ESTRATIGRAFÍA
En el área de los cerros Oscuro y Rincón, las rocas aflorantes del Paleozoico superior que sobreyacen en discordancia angular erosiva a la Formación Salar del Rincón (Devónico inferior; véase este volumen, capítulo 9), corresponden a la Formación Cerro Oscuro, la cual a su vez infrayace en concordancia a los depósitos de la Formación Arizaro (Donato y Vergani, 1985). La relación entre estasúltimas unidades fue originalmente señalada como de discordancia regional transgresiva (Aceñolaza et al., 1972, y Moya y Salfity, 1982, atribuyeron la discontinuidad a la fase Atacama). Sin embargo, actualmente se acepta un pasaje concordante y transicional.


Formación Cerro Oscuro, (Aceñolaza et al. 1972)
Aflora en una estructura de plegamiento en los alrededores del cerro homónimo, donde fue establecida su localidad tipo. De la unidades paleozoicas aflorantes es la de mayor extensión areal y su espesor máximo medido es de 208 metros. Importantes variaciones de espesor observadas en cortas distancias sugieren un paleorelieve irregular para los depósitos carboníferos en este sector (Donato y Vergani, 1985).
Esta sucesión siliciclástica de origen continental, se destaca de las unidades infra y suprayacentes principalmente
por su color rojizo a morado y su composición psamítica predominante. Donato y Vergani (1985) reconocieron
en la secuencia tres megaciclos granodecrecientes. Cada ciclo comienza con facies gruesas de conglomerados polimícticos, en bancos lenticulares, masivos o con burda estratificación entrecruzada. En forma gradual el tamaño de grano decrece, predominando la facies de areniscas rojas a moradas, gruesas a finas con frecuente estratificación entrecruzada y ondulitas de corriente indicadoras de alta energía. Hacia el tope aparece una facies de limolitas y arcilitas rojizas, a veces finamente laminadas o con ondulitas, donde se encuentran restos de vegetales, icnitas y marcas de gotas de lluvia Las evidencias muestran que los depósitos terrígenos de esta unidad se depositaron en un paleoambiente continental, que se inició con abanicos aluviales proximales a distales en la base de los megaciclos; luego evolucionó hacia sistemas fluviales anastomosados distales, para finalmente culminar en ríos meandrantes que pasan a una planicie de inundación (Donato y Vergani, 1985). En la facies pelítica del tercio superior de la unidad, han sido hallados restos vegetales atribuidos a Fedekurtzia sp., previamente designada como Botrychiopsis sp. cf. B. weissiana Kurtz (Carrizo, comunicación personal) y Sphenopteridium sp., correspondientes a la flora NBG de antigüedad carbonífera tardía (Aceñolaza et al., 1972).

Formación Arizaro, (Aceñolaza et al., 1972)
Las rocas de la Formación Arizaro representan un conjunto clástico-piroclástico-carbonático de origen marino somero.
Sus relaciones estratigráficas son de transición con la infrayacente Formación Cerro Oscuro, mientras que es sobrepuesta en discordancia angular por las sedimentitas terciarias del Grupo Pastos Grandes. Aflora en los mismos lugares que la Formación Cerro Oscuro y su espesor máximo medido es de 190 metros. El conjunto ha sido dividido en tres miembros de acuerdo con sus diferencias litológicas. El miembro inferior se caracteriza por la alternancia, en bancos tabulares, de areniscas cuarzosas calcáreas y arcilitas de colores rojizos que hacia el tope se tornan amarillentos. En ciertos niveles delgados de wackstones se encuentran ostrácodos y bivalvos. El miembro medio está constituido por una secuencia epiclásticapiroclástica con significativo aporte de material volcánico, compuesto por tobas, tufitas y arenitas líticas que alternan con conglomerados finos y depósitos calcáreos fosilíferos. El miembro superior está compuesto por calizas cristalinas y arenitas calcáreas que representan un importante episodio transgresivo, con depositación de facies carbonáticas fosilíferas y moderado aporte terrígeno (Donato y Vergani, 1985) La base de la unidad representa el pasaje de una sedimentación continental a depósitos marinos someros, los cuales recibieron un importante aporte piroclástico y un sucesivo aumento de la depositación calcárea.
Esta formación ha brindado una rica y diversa asociación faunística, dentro de la cual han sido descriptos briozoos,
braquiópodos, gastrópodos, bivalvos, cnidarios, artejos de crinoideos, dientes aislados de peces y foraminíferos (Aceñolaza et al., 1972). En los niveles basales se ha descripto una microfauna compuesta por foraminíferos pequeños no fusulínidos, que ubica a estas sedimentitas en el Pérmico inferior a medio, aunque la ausencia de fusulínidos determinativos del pasaje Carbonífero-Pérmico, dificulta la confirmación de la antigüedad propuesta a partir de los foraminíferos descriptos
(Benedetto, 1977).

EVOLUCIÓN PALEOAMBIENTAL DE LAS CUENCAS TARIJA Y ARIZARO


La evolución paleoambiental de los depósitos neopaleozoicos del sur de América del Sur, se halla fuertemente
vinculada con cuatro variables interrelacionadas: 1) variaciones eustáticas del nivel de mar, 2) glaciación,
3) procesos de subducción y acreción de terrenos alóctonos y 4) deriva polar. En el caso del sector austral de la cuenca Tarija, hay fuertes evidencias de que el profundo paleorelieve (paleovalles) labrado sobre el sustrato devónico resultante de la orogenia Chánica y posterior erosión, está vinculado con la fuerte caída eustática que produjo el englazamiento gondwánico como respuesta a la migración del paleopolo sur sobre el centro sur de África, en el Devónico tardío-Carbonífero temprano Las facies de los Grupos Macharetí y Mandiyutí son ampliamente similares y están dominadas por depósitos resedimentados que incluyen diamictitas, flujos de detritos, deslizamientos (en pelitas y areniscas) y areniscas con capas entrecruzadas. Las estructuras relacionadas con procesos glaciarios como clastos facetados, estriados, pulidos, pentagonales y pavimentos estriados, se encuentran a lo largo de ambas secuencias, aunque son más conspicuas en la primera. Los ambientes depositacionales en ambos ciclos, comienzan con facies marinas someras (Formaciones Tupambi y Escarpment) que rápidamente evolucionan a sistemas deltaicos constructivos (de predominio fluvial), en los cuales son frecuentes facies de canales distributarios con predominio de procesos de remosión en masa, amalgamación y migración de canales (Formaciones Tarija y en parte Escarpment ), y facies subordinadas o localizadas
de prodelta con procesos de decantación (pelitas Itacuamí).


Al final del Carbonífero y comienzos del Pérmico, se produce un mejoramiento paleoclimático y las temperaturas
se elevan gradualmente (fin de la glaciación en este sector de la cuenca), permitiendo el establecimiento de facies
continentales fluviales, lacustres y eólicas (Formaciones San Telmo y Cangapi), que culminan con una ingresión
marina (Formación Vitiacua) y la depositación de sedimentitas esencialmente calcáreas en una plataforma
carbonática somera.
La secuencia reconocida en la Puna presenta una fuerte similitud con la descripta en el párrafo anterior (Formaciones Cangapi-Vitiacua). La transición entre las Formaciones Cerro Oscuro y Arizaro sugiere un episodio transgresivo que se inicia con facies continentales fluviales que hacia el tope pasan gradualmente a ambientes marinos someros, caracterizados en su tramo inferior por una sedimentación siliciclástica que rápidamente evoluciona a carbonática.
Este episodio transgresivo es reconocido regionalmente en otros sectores de la cuenca (quebrada de Las Zorras, Chile), en algunos sectores del noroeste argentino (Alarache, Caraparí) y está ampliamente documentado en Bolivia (López Gamundi y Rossello, 1993a).

 
 


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