CUENCA DEL GOLFO DE SAN JORGE

JURÁSICO INFERIOR
Rocas de antigüedad eo-jurásica sólo han sido penetradas por algunos pozos profundos en la parte occidental de cuenca (Ferello y Lesta, 1973). En Laguna Palacios y Manantiales Grandes se ha constatado la presencia de una
sucesión de hasta 700 m de espesor, compuesta por fangolitas y limolitas oscuras, carbonosas y con pirita, asociadas a areniscas tobáceas y tobas verdosas silicificadas.

Estas capas contienen restos de invertebrados marinos como Pecten coloradoensis y otros bivalvos. Las ocurrencias de microplancton, Michrysteridium y Pleurozonaria, y de polen sugieren una antigüedad jurásica temprana (Toarciano tardío o más viejo). Sobre la base de esta inferencia y un similar desarrollo litológico, estos estratos pueden ser correlacionados con las capas pliensbachiano-toarcianas de la Formación Mulanguiñeu, aflorantes 100 km más al norte en Ferrarotti (Fernández Garrasino, 1976; Cortiñas, 1984). Las interpretaciones de subsuelo (Ferello y Lesta, 1973) indican que estas rocas del Lías representan el relleno de cuencas del tipo hemifosa limitada por fallas. Vistos en un contexto más regional (Ugarte, 1966; Lesta y Ferello, 1972; De Giusto et al., 1980) estos desarrollos de subsuelo certifican la presencia de un extendido sistema de fosas tectónicas que con rumbo noroeste atravesaba el centro-oeste del Chubut y el centro-norte de Santa Cruz. Presumiblemente la conexión marina con el Océano Pacífico ocurría a la latitud de Río Negro o el sur del Neuquén (Riccardi, 1983; Uliana y Biddle, 1988).

JURÁSICO MEDIO Y SUPERIOR
Los estratos eojurásicos están sobrepuestos por un paquete volcánico - sedimentario que muestra cambios
litológicos extremos, oscilando entre facies subaéreas de centros eruptivos y volcaniclásticas proximales, hasta acumulaciones subácueas de tipo lacustre o con cierta influencia marina. Los miembros más conspicuos de este intervalo consisten en rocas de origen volcánico referidas a los Grupos Chon Aike y Lonco Trapial (Lesta y Ferello, 1972) y que Feruglio (1948) reconociera como Complejo Porfírico de la Patagonia Extraandina. Se trata de ignimbritas riolíticas y lavas andesíticas y traquibasálticas, brechas, tobas porfiríticas brechosas, asociadas a areniscas y conglomerados que han sido penetradas en la parte oriental y occidental de la cuenca (Lesta, 1968; Lesta et al., 1973; Clavijo, 1986).

Hacia el meridiano central de las provincias de Chubut y Santa Cruz también se han identificado interposiciones de brechas y aglomerados volcánicos, lavas y filones capa designados como Complejo Volcánico Synrift (Barcat et al., 1989). Facies predominantemente sedimentarias, comparables a parte de lo que Feruglio (1948) denominara Complejo de Olte o Formación Jurásica Continental, incluyen pelitas rojas y conglomerados (Formación Manantial Pelado en Clavijo, 1986), calizas, areniscas, paquetes de pelitas oscuras con espesores de varios centenares de metros, limolitas rojas y verdes, y tobas vitrocristalinas (Formación Aguada Bandera, Sección Pelítica Basal en Barcat et al., 1984, 1989). Se conoce la presencia de ostrácodos, Estherias y escamas e improntas de peces.
En el ámbito de la cuenca del Golfo los términos altamente volcánicos del Complejo Porfírico son tradicionalmente
referidos al Mesojurásico inferior (Bajociano - Bathoniano), sobre la base de su posición en la sucesión de la Patagonia (Stipanicic, 1957; Lesta y Ferello, 1972) y a dataciones radimétricas de 160 ± 10 Ma (Cortiñas, 1984).

Estas unidades mesojurásicas registran la extrusión de grandes volúmenes de material magmático silíceo hasta basáltico (Uliana et al., 1985; Page y Page, 1993; Rapela y Pankhurst, 1993), coetánea con depresiones tectónicas activamente subsidentes que acumulaban depósitos de taludes volcaniclásticos y de abanicos aluviales y sucesiones lacustres con estromatolitos algáceos y ostrácodos (Cortiñas, 1984). Durante este período marcado por intensa actividad eruptiva, parece desvanecerse la comunicación oceánica con el Pacífico (Riccardi, 1983).

Las formaciones que representan al Jurásico cuspidal como Aguada Bandera (Lesta et al., 1980) y Manantial
Pelado (Fernández Garrasino, 1976), son asignables genéricamente al Oxfordiano - Tithoniano hasta infra-Neocomiano, sobre la base de un control bioestratigráfico no siempre concluyente. Las dataciones disponibles se apoyan en la presencia de formas de Inaperturapolenites limbatus (Ferello y Lesta, 1973), faunas de ostrácodos y conchóstracos, y foraminíferos atribuidas al Malm (Laffitte y Villar, 1982), y en el hallazgo de palinomorfos eocretácicos (Archangelsky et al., 1984).

Las secciones de pelitas oscuras con varios cientos de metros de espesor son atribuidas a un medio deposicional lacustre con fondos euxínicos (Barcat et al., 1989). Dentro de tal contexto, ciertos arreglos sísmicos con clinoformas sugieren arribo mayoritario de detritos desde el norte y nordeste (Fitzgerald et al., 1990). El registro de configuraciones sísmicas abultadas en posiciones distales de cuenca, podría reflejar la presencia de alguno de los miembros volcánicos penetrados en distintas perforaciones (Laffitte y Villar, 1982; Barcat et al., 1989).

En la proximidad de algunas fallas, asimismo, se ha detectado la presencia de espesos paquetes conglomerádicos (Clavijo, 1986), interpretables como el producto de abanicos aluviales adosados a escarpas de fallas en actividad. Las imágenes sísmicas indican que el Jurásico medio-superior alcanza potencias máximas en el orden de los 2000 m hacia la parte sudoccidental de la cuenca. Los espesores locales son altamente variables y están relacionados con la proximidad a paneles ladeados y a depocentros elongados de orientación NO-SE (Fitzgerald et al., 1990; Barcat et al., 1989). Con relación al Jurásico inferior, el patrón de acumulación se muestra más expandido al este, pero aún registra irregularidades de espesor vinculadas a un efecto de subsidencia diferencial controlado por fallas. Hacia los bordes de la cuenca el tope del Complejo Porfírico suele estar marcado por una discordancia de carácter angular, pero el contacto con la sucesión lacustre suprajurásica toma actitud paraconcordante hacia el interior de la cuenca (Fitzgerald et al., 1990). Fitzgerald et al., 1990).

En conjunto, la información estratigráfica y sísmica muestra que durante el Jurásico tardío se produjo un cambio
sustancial en el patrón sedimentario del centro de la Patagonia. La actividad magmática disminuyó considerablemente y la condición de acumulación subaérea que predominó en la región durante el Jurásico medio fue modificada por la gradual aparición de un extenso sistema de lagos sometidos a un regimen hidrológico meromíctico. Esos cuerpos de agua permitieron la acumulación y preservación de grandes espesores de pelitas orgánicas. La elevación regional en el nivel de base y el cambio hacia una cuenca más expandida y única, fue aproximadamente contemporáneo con eventos de inundación marina registrados por las sucesiones oxfordianas - tithonianas de las cuencas Austral (Ramos, 1976; Aguirre Urreta y Ramos, 1981; Riccardi, 1983) y Neuquina (Legarreta, 1991;) Legarreta y Uliana, 1991).

Sin embargo, en la cuenca San Jorge las incursiones marinas parecen haber sido esporádicas y de extensión limitada. Para explicar tales eventos se especula con una conexión paleogeográfica restringida por el oeste, a través del extremo norte de la cuenca Austral (Clavijo, 1986; Fitzgerald et al., 1990).

CRETÁCICO
CRETÁCICO INFERIOR
Las capas eocretácicas ubicadas por encima de los niveles berriasianos del tope de la Formación Aguada Bandera
integran tres paquetes limitados por discordancias, que coinciden aproximadamente con el desarrollo de las Formaciones Cerro Guadal (Ferello y Lesta, 1973), D-129 y Mina del Carmen (Lesta, 1968). Cada uno de estos intervalos registra la existencia de sistemas deposicionales y de marcos paleogeográficos con características singulares,

En su desarrollo característico, la Formación Cerro Guadal consiste en unos 300 m de fangolitas y limolitas grises, con intercalaciones de vaques de grano fino, fangolitas carbonosas y areniscas blanquecinas, siendo el conjunto rico en material piroclástico (Clavijo, 1986). Es una entidad que se destaca por un desarrollo areal extremadamente restringido (Clavijo, 1986; Barcat et al., 1989; Fitzgerald et al., 1990), que se presenta confinada a la parte sudoeste de la cuenca.

Los espesores son altamente variables, regidos por la presencia de bloques ladeados y depocentros de orientación noroeste (Fitzgerald et al., 1990). La formación ha sido penetrada en un número limitado de pozos en los que no se han detectado fósiles con valor cronoestratigráfico.

Considerando la antigüedad de los intervalos que la confinan por encima y por debajo, y la correlación con unidades acumuladas en ámbitos vecinos de la cuenca Austral (Formaciones Río Mayo / Katterfeld), se infiere una edad valanginiana o valanginiana - hauteriviana (Barcat et al., 1989; Fitzgerald et al., 1990). Para dicho período se interpreta la existencia de un sistema deposicional de índole lacustre profunda, localmente alimentado por cursos fluviales de tipo entrelazado. La banda de acumulación subaérea debió ser muy angosta o inexistente, y la zona marginal del lago parece corresponderse con reflexiones sísmicas de tipo paralelo. La porción proximal de los medios de acumulación subácuea se refleja como eventos sísmicos semicontinuos de gran amplitud, fuertemente imbricados, y con desarrollo localizado de terminaciones en toplap. La orientación de estas clinoformas indica un efecto de progradación sedimentaria con arribo detrítico mayoritario desde el norte y el nordeste (Fitzgerald et al., 1990).

La denominación Formación D-129 fue propuesta por Lesta (1968) para designar a sedimentitas jurásico - cretácicas ubicadas entre el tope del Complejo Porfírico mesojurásico y la base del Chubutiano, el intervalo que contiene al grueso de las areniscas productores de hidrocarburos. Esta denominación reemplazaba a otras en uso en la industria petrolera, tales como Serie Tobífera calcáreo-oolítica, o simplemente Complejo V. Trabajos posteriores han seguido el criterio de referir a estas sucesiones suprajurásico - neocomianas con la designación
más genérica de Grupo Las Heras (ej. Lesta et al., 1980; Barcat et al., 1989). En la práctica actual Formación D-
129 es utilizado para involucrar sólo el tramo cuspidal, presumiblemente supra-neocomiano, de la Serie Tobífera. calcáreo-oolítica. El desarrollo litológico típico de la Formación D-129 está dominado por la presencia de pelitas y tobas, y algunas areniscas de coloración gris oscura, a las que se asocian zonas de lutita bituminosa y delgados niveles de caliza. Típicamente los calcáreos son descriptos como packstones oolíticos o pisolíticos, y con menor frecuencia como calizas algales, bioclásticas (ostracoditas), o macizas (Fitzgerald et al., 1990; Van Niewenhuise y Ormistom, 1989).

Los equivalentes marginales, atribuidos a la Formación Matasiete o a la Formación Los Alazanes (Sciutto, 1981;
Clavijo, 1986), carecen de calizas oolíticas y de pelitas negras. Dichas acumulaciones se presentan como sucesiones
rojizas de fangolitas, areniscas relativamente espesas y lentes conglomerádicos que contienen troncos fósiles, zonas bioturbadas y niveles de concreciones de tipo tosca.

Fósiles colectados en la parte occidental de la cuenca sugieren un rango de antigüedad del Hauteriviano - Aptiano
para las capas de la Formación D-129. Estas evidencias incluyen presencia de palinomorfos (Archangelsky et al.,
1984; Fitzgerald et al., 1990) y ostrácodos (Laffitte y Villar, 1982) en muestras de pozos, y ostrácodos no-marinos y
carófitas en afloramientos cercanos del cinturón de San Bernardo (Cortiñas y Arbe, 1981; Hechem et al., 1987).

Una edad comparable es sugerida por vinculaciones sísmicas hacia el oeste que permiten correlacionar a los estratos de la Formación D-129 con capas portadoras de polen, dinoflagelados y foraminíferos asignados al Barremiano- Aptiano (Archangelsky y Seiler, 1980).

Los estratos de la Formación D-129 representan una fase de marcada expansión de la cuenca, que autores como Fitzgerald et al. (1990) relacionan con la creciente importancia de un efecto de subsidencia regional de tipo térmico. Las variaciones de espesor total se tornan más regulares, definiendo un patrón de tipo sag que se aparta del estilo complejo reconocido para las unidades precedentes.
Los máximos espesores ocurren en la parte central de la cuenca (Fitzgerald et al., 1990) y los acuñamientos hacia los bordes de acumulación son muy regulares, ocurriendo como resultado de un doble efecto de traslape y convergencia interna (Barcat et al., 1989). En las secciones sísmicas, el perímetro de la cuenca aparece expresado como un conjunto de eventos discontinuos de amplitud media a baja. Posiciones más internas se reflejan como eventos semicontinuos, de amplitud media a baja y hábito subparalelo a levemente imbricado. La parte axial del depocentro registra reflexiones subparalelas a sigmoides y en un área limitada se observan configuraciones de tipo clinoforme empinado, presumiblemente desarrolladas en aguas relativamente profundas (Fitzgerald et al., 1990).

Sobre el flanco norte de la cuenca la base del intervalo presenta una organización de tipo transgresivo, en estratos localmente conocidos como Formación Los Alazanes (Barcat et al., 1989). Los términos más jóvenes de la unidad, por el contrario, muestran un arreglo con superposición de facies escalonada hacia el interior de la cuenca, en la que los depósitos de acumulación subaérea se expanden desde el norte y nordeste avanzando hacia el eje del depocentro (Sciutto, 1981; Clavijo, 1986; Fitzgerald et al., 1990).
Desde los estudios de Feruglio (1949) y Lesta (1968), la mayoría de los autores se inclinan a asumir que la parte central de la cuenca del Neocomiano tardío se mantuvo dominada por condiciones de sedimentación subácuea de carácter lacustre. El mosaico de litofacies sigue un patrón regular caracterizado por bandas de tipo concéntrico. Algunos rasgos sedimentológicos, como la alteración en analcima del vidrio volcánico, el tipo de carbonatos, y la alta concentración de materia orgánica de índole algal con formas de tipo Botryococus y asociaciones polínicas dominadas por Clasopollis, son consistentes con un régimen climático semiárido y condiciones hidrológicas de tipo salino-alcalino y circulación meromíctica (Van Niewenhuise y Ormiston, 1989; Fitzgerald et al., 1990). La presencia de fósiles marinos en secciones correlativas perforadas al oeste de la sierra de San Bernardo, sin embargo, sugiere la posible existencia de lenguas marinas. La extensión hacia el este de tales penetraciones oceánicas es por el momento desconocida.

Los términos más jóvenes de la sucesión infracretácica consisten de estratos francamente piroclásticos conocidos
como Complejo IV o más modernamente como Formación Mina del Carmen (Lesta, 1968). Este intervalo supera holgadamente los 1000 m de espesor y se destaca por el predominio de tobas y tufitas claras y por una coloración general de tinte gris-verdoso. La presencia muy esporádica de cuerpos arenosos de índole lenticular es otro de los rasgos característicos que la distingue de las unidades supracretácicas. Estudios petrográficos realizados sobre capas contemporáneas de la Formación Castillo que afloran en la sierra de San Bernardo, revelan el predominio de tobas vitroclásticas y tufitas con variados grados de reciclaje (Teruggi y Rossetto, 1963), y la presencia común de chalazolitas asociadas a bioturbaciones vegetales (paleosuelos) y a alteraciones ceolítico-analcímicas (Sciutto, 1981).

Las evidencias paleontológicas que apuntan a una edad aptiano - albiana para la Formación Mina del Carmen son relativamente imprecisas o indirectas. Entre ellas se cuentan registros polínicos del pozo Albatros (Fitzgerald et
al., 1990), ostrácodos y carófitas del Albiano hallados en capas consideradas como coetáneas con la Formación Castillo (Musacchio y Chebli, 1975), y la edad senoniana interpretada para las faunas de dinosaurios contenidas en estratos ubicados por encima de la Formación Castillo (Bonaparte y Gasparini, 1978).

Barcat et al. (1989) señalan que tanto la base como el tope del intervalo Mina del Carmen coinciden con discontinuidades estratigráficas. La distribución regional de espesores es relativamente simple, y define la existencia de una depresión amplia, con las mayores potencias en la parte central y adelgazamiento paulatino sobre los flancos (Fitzgerald et al., 1990). Variaciones locales de orden menor son atribuidas a la persistencia puntual de fallamientos sinsedimentarios (Cerdán et al., 1990). En posiciones periféricas las reflexiones sísmicas son de tipo subparalelo, semicontinuas o irregularmente discontinuas y de baja a media amplitud. En el centro de la cuenca se registra una mayor continuidad de eventos, y arreglos imbricados (shingles). Estas configuraciones sugieren un transporte principal desde el norte y el nordeste, y un arribo subordinado desde el sur. La presencia local de eventos sísmicos interpretados como la expresión de superficies de incisión estratigráfica (Fitzgerald et al., 1990) es congruente con observaciones de superficie que documentan la existencia de rellenos conglomerádicos discontinuos en la base del intervalo (Ferello y Tealdi, 1950, en Barcat et al., 1984).

En su conjunto el patrón estratigráfico de Mina del Carmen puede ser calificado como el producto de una cuenca
epicratónica relativamente estabilizada, en la que los cambios laterales de facies ocurrieron de forma sutil dentro de un contexto de bajo gradiente deposicional. Las secciones delgadas de posición marginal a la cuenca, son preponderantemente tobáceas (Sciutto, 1981), y en apariencia representan un depósito condensado de material piroclástico acumulado en condiciones subaéreas puntuadas por el desarrollo de paleosuelos (Fitzgerald et al., 1990).

Posiciones más internas muestran un progresivo incremento en la participación de areniscas transportadas por sistemas fluviales (Meconi, 1990). Situaciones aún más distales están caracterizadas por lentes arenosos sin intercomunicación, aislados en una masa de chonitas y fangolitas (Cerdán et al., 1990). Este tipo litofacial ha sido interpretado como el producto de acumulación en zonas bajas con pantanos o lagos efímeros de tipo salino-alcalino (Feruglio, 1949; Teruggi y Rossetto, 1963; Fitzgerald et al., 1990).

CRETÁCICO SUPERIOR
Los miembros supracretácicos del Grupo Chubut (=Formation Chubutienne, Ameghino, 1898; =Chubutense,
Feruglio, 1948; =Chubutiano, Groeber, 1959) desarrollados por encima de la Formación Mina del Carmen, alojan numerosos yacimientos de petróleo y gas, y constituyen la más conocida de las unidades jurásico - cretácicas de la cuenca del Golfo (Criado Roqué et al., 1949).

Se trata de una serie relativamente homogénea en la que alternan areniscas más o menos piroclásticas y fangolitas de tinte amarillento a gris verdoso (Lesta, 1968). Dentro de este conjunto de capas, que alcanza espesores totales cercanos a los 2000 m, las subdivisiones de menor jerarquía han sido fundamentadas en la correlación física de tramos caracterizados por la abundancia o carencia de capas areniscosas con capacidad para alojar hidrocarburos (Horizontes o Complejos I, II y III). En la práctica más moderna se ha seguido el criterio de cartografiar paquetes de extensión más o menos regional, reconocidos mediante correlaciones pozo-a-pozo requeridas para desarrollar los yacimientos petrolíferos.

De tal manera, y siguiendo a Lesta (1968), en el flanco norte de la cuenca se identifican las Formaciones Comodoro Rivadavia y Yacimiento Trébol, y en el flanco sur se reconoce a las Formaciones Cañadón Seco y Meseta Espinosa. Finalmente, sobre la parte occidental de la cuenca se reconoce a las Formaciones Bajo Barreal y Laguna Palacios. (Ej. Sciutto, 1981). Mientras el perímetro de la cuenca se presenta dominado por apilamientos de paleosuelos con alto contenido de trizas vítreas y material piroclástico (Tobas Amarillas, Formación Laguna Palacios), los equivalentes más distales registran un aumento en el contenido de fangolitas y areniscas dispuestas en lentes y zonas tabulares entrecruzadas (Roll, 1938; Sciutto, 1981; Hechem et al., 1990; Fitzgerald et al., 1990).

En su mayoría las areniscas muestran textura de grauvaca y subgrauvaca, con 30-40 % de cuarzo, 35-40 % de fragmentos líticos y 10- 15 % de feldespatos (Lesta, 1968). La presencia relativamente frecuente de paleosuelos (Sciutto, 1981; Rodríguez, 1993) y restos saltuarios de dinosaurios saurópodos y carnosaurios (Bonaparte y Gasparini, 1978; Martínez et al., 1986; Powell, 1990) junto con las características de las estructuras primarias registradas en las areniscas (Hechem et al., 1990) revelan un ámbito de acumulación dominado por procesos aluviales.

Brown et al. (1982) y Barcat et al. (1989) también han postulado la presencia de abanicos deltaicos y de cuerpos turbidíticos depositados en lagos con régimen de aguas someras. Estudios recientes sugieren que buena parte de los cuerpos arenosos representan lóbulos detríticos no-canalizados, acumulados por sistemas fluviales efímeros que descargaban en zonas de barreal y en cuerpos lacustres no permanentes (Rodríguez, 1993; Legarreta et al., 1993; Hechem, 1994).

De acuerdo con estos puntos de vista, el sistema deposicional del Cretácico tardío habría tenido rasgos en común con los abanicos terminales actualmente activos en las planicies del noroeste de la India (Parkash et al., 1983) y con el gran delta de Okavango del centro-sur africano (Stanistreet y McCarthy, 1993).

El tramo del Chubutiano que sobreyace a la Formación Mina del Carmen es referido al Cenomaniano - Campaniano, sobre la base de evidencias paleontológicas poco concluyentes (ver Fitzgerald et al., 1990). Esta parte superior del Chubutiano suele ser subdividido en tres unidades mapeables, definidas y correlacionadas sísmicamente (Barcat et al., 1989; Fitzgerald et al., 1990).

Estas secuencias muestran un patrón estratigráfico similar, caracterizado por miembros marginales delgados y extendidos, y por un espesamiento regular hacia el centro de la cuenca. Internamente se destaca una configuración
asimétrica con predominio de areniscas sobre el flanco norte (Lesta, 1968) y una tendencia general granodecreciente (Barcat et al., 1989), que presumiblemente se relaciona con el ascenso general del nivel de base previo a la transgresión del Maastrichtiano (Fitzgerald et al., 1990).

Esta regularidad a la escala de la cuenca contrasta con una considerable heterogeneidad al nivel de los complejos arenosos que alojan hidrocarburos. La arquitectura de detalle es compleja e incluye unidades genéticas con arreglo progradante - retrogradacional. Este estilo intrincado y difícil de predecir, es atribuido a un efecto combinado de fallamiento sinsedimentario y cambios en el nivel de base sobreimpuestos al sistema deposicional de tipo fluvial efímero (Fitzgerald et al., 1990; Legarreta et al., 1993; Hechem, 1994).

Los estratos más jóvenes de la serie cretácica integran la parte inferior de una conspicua sucesión con capas de
origen marino, de antigüedad maastrichtiana hasta paleocena, a la que se conoce como Formación Salamanca (Lesta et al., 1980; = Formación San Jorge, Windhausen, 1918; = Salamanqueano, Windhausen, 1924, 1931; Feruglio, 1949). El desarrollo característico del intervalo del Maastrichtiano incluye un miembro inferior verdoso (= Glauconítico, Feruglio, 1949), de areniscas cuarzosas y con glauconita acumuladas en un ámbito litoral con rasgos estuáricos y zonas costeras con manglares.

Este cortejo transgresivo es sucedido por un miembro dominado por pelitas verdes de ámbito francamente marino (= Fragmentosa, Feruglio, 1949), en la que se han encontrado nannofósiles como Archangenskiella cymbiformis (Barcat et al., 1989) que atestiguan una edad maastrichtiana. La sección basal de la Formación Salamanca descansa sobre estratos del Chubutiano, a lo largo de una superficie de discordancia regional (Roll, 1938). El espesor de las capas marinas se reduce hacia el interior patagónico, al sur, oeste y noroeste del golfo San Jorge (Feruglio, 1949), delineando la presencia de una extensa bahía que ocupaba la parte axial de la cuenca y se expandía al norte siguiendo la traza del actual valle del río Chico (Windhausen, 1924, lámina IV).

El análisis de secuencias deposicionales sugiere que la inundación epicontinental del Maastrichtiano fue sucedida por un proceso de regresión escalonado (Legarreta et al., 1990; Legarreta y Uliana, 1994). En el curso de dichos eventos se acumularon los términos de antigüedad daniana de la Formación Salamanca (Méndez, 1966) y los depósitos terrestres thanetianos de la Formación Río Chico (Feruglio, 1949; Andreis et al., 1975) que les sobreyacen.

 

c

v

t

CONFIGURACION CERRO GUADAL

v

n

m

C

X

T

SISMICA

CORTE E-O SAN JORGE

CORTE TRANSVERSAL DE LA CUENCA